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Slow world, una exploración sobre la nutrición de los humanos y la industria alimentaria hasta el 28 de julio

Slow world es un proyecto experimental desarrollado por Rosalía Banet con el acompañamiento teórico de Nekane Aramburu en el que ambas ensayan una exploración sobre la nutrición de los humanos y la industria alimenticia, los cambios en las cartografías de los sistemas productivos y sus consecuencias a corto y medio plazo.

Es un hecho incuestionable que en los últimos 20 años, la producción de comida ha crecido más del 2% anualmente, mientras que la  población mundial experimenta un incremento del 1.14% al año. Paradójicamente se extienden la sobreexplotación del planeta y el consumo irresponsable, incrementándose la adquisición de carne a nivel mundial mientras el tráfico de semillas es controlado por cuatro grandes empresas y un 1/3 de los alimentos acaban en la basura en una cadena interminable de desnutrición, malnutrición y desertización.

El título de Slow world hace alusión a los recursos finitos, el exceso de consumo, la comida procesada, la explotación animal, los experimentos transgénicos y en animales, la agricultura intensiva, los envasados plastificados y la huella ecológica de los transportes de alimentos, entre otras problemáticas de insostenibilidad medioambiental vinculadas a la necesidad de nutrición mundial.

En los años ochenta el movimiento de Slow food comenzó una corriente en la que frente a los hábitos alimenticios del consumismo y la acelerada vida contemporánea, se proponían alternativas a la Fast food (comida rápida). A partir de una primera protesta sobre la apertura en Roma de un McDonald’s, el movimiento se extendió para impulsar nuevos hábitos alimenticios (bajo las premisas de “bueno, limpio y justo”) y otra manera consciente de nutrirse.

No obstante, desde entonces la circulación planetaria de productos se ha intensificado aún bajo la etiqueta de «ecológico» o «comercio justo» continuando la escalada de peligrosidad en las emisiones de gases de efecto invernadero, la degradación de las tierras de cultivo y la baja calidad en la alimentación por la sobreexplotación

intensiva.  En paralelo se ha extendido otro tipo de estudios vinculados a la evaluación de la distancia que recorren los alimentos entre productor y consumidor: food miles. Este término fue acunÞado en 1994 por la SAFE Alliance (Alianza para una agricultura, alimentacioìn y medioambiente sostenible, ahora llamado Sustain) incidiendo en los productos locales y los tropicales, los indicadores de carbono así como la tierra y los recursos naturales entre la proximidad y la lejanía.

La huella de los alimentos, la huella de lo humano, la huella de los sistemas económico-consumistas son una cadena catastrófica y de difícil solución si no se produce un cambio de fuentes y hábitos de consumo hacia una alimentación circular.

Con esta primera aproximación pública al proyecto en mayo 2021, se pone la atención a modo de test en nuevos mapeos más conscientes con la situación a la que se ha llegado mundialmente. Se incide así mismo en la relación de los humanos y los animales no humanos con la tierra a través de la alimentación, se cuestiona el sistema alimentario actual y se visibiliza opciones de nuevos circuitos.

Entre las obras presentadas en la exposición se encuentra la pieza Mapamundi desollado, de hueso, como una representación de la finitud del planeta y sus recursos, y la degradación de nuestro ecosistema como consecuencia del abuso de los recursos naturales, energéticos e hídricos.

Además se encuentra una colección de veinte mapas antropomorfos de las series Black Stomach y Mapas de piel, los cuales suponen una aproximación geografía a modo de organismos degenerados y vulnerables. Las seis piezas de la serie Montañas tóxicas devienen una alerta sobre la emergencia ecológica, a través de los dibujos de montañas exentas, pintadas con los colores de los raticidas más comunes.

Se presenta además una obra audiovisual inédita como referencia el fenómeno coreano de Muk Bang para reflejar a modo de un bodegón de colesterol barroco, una acción que representa los excesos de la alimentación actual.  El paisaje comestible que muestra la pieza se configura entre ser alimento sabroso o basura desagradable para llamar la atención sobre la calidad de la comida, el placer de la ingesta y visibilizar la cantidad de desperdicios que generamos.

En esta selección de obras, se ha incidido en la práctica del dibujo como cuaderno de bitácora para estudiar el territorio y analizar sus ítems más relevantes. Por ello y dado el contexto de la Fundación Giménez Lorente se ha incluido un mapa de Joan Martines datado en el siglo XVI y perteneciente a la colección de la fundación. Dicho mapa dialoga con nuevas propuestas gráficas evidenciando la mirada europeocentrista del antiguo intercambio de las rutas posibles entre mundos conocidos y desconocidos, el norte y el sur, abriendo una puerta a nuevas situaciones donde la investigación interdisciplinar a partir de las prácticas del pensamiento y la creación contemporánea revelen los mapas geo-alimentarios en transformación.

Ubicar este ejercicio colaborativo en la Fundación Giménez Lorente de la Universitat Politècnica de València, es decir, un contexto universitario y en el Mediterráneo, próximos a la residencia de Rosalía Banet y siguiendo el trabajo on line en el tiempo con Nekane Aramburu, tiene así mismo un sentido. Con ello se viene a señalar cómo la investigación, la teoría, la praxis, la historia y las estrategias de futuro se entremezclan revelando también la necesidad de avanzar desde nuevas prácticas que vinculan los sistemas culturales al desarrollo sostenible y una nueva conciencia humanística, social y económica.

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