Datos básicos

Dificultad:

baja

Punto de partida:

Edificio del Ayuntamiento

Punto de llegada:

Hospital San Juan de Dios



Valencia en la Memoria es un proyecto de la Concejalía de Patrimonio y Recursos Culturales que recupera para el espacio público de nuestra ciudad edificios o monumentos que tuvieron un importante papel (político, cultural y cotidiano) durante la guerra civil, y para especial atención al año en qué Valencia fue capital de la República (noviembre 1936-octubre 1937).

Una serie de hitos (monolitos de hormigón) nos dan las información más destacada, ilustrada con imágenes históricas, y ampliables en una versión web, de fácil acceso gracias a códigos QR.

Haciendo “visibles” de nuevo estos edificios, se recupera para la ciudadanía una parte de nuestro patrimonio durante aquellos años tan importantes y difíciles. No solo se complementan así las informaciones ya disponibles por otros periodos de la historia de Valencia, sino que se contribuye a rescatar importantes referentes de nuestra cultura democrática.

Se ubicado 16 “monolitos”, en la zona de vía pública, que hacen referencia a 16 edificios o conjuntos que han sido destacados por su relevancia y que se pueden seguir con un plano donde están situado todos ellos.

Los lugares señalizados son los siguientes:


Cuando Valencia fue capital de la II República Española (1936-1937), este edificio de la entonces Plaza de Emilio Castelar acogió la sede oficial de las Cortes Republicanas- En mayo de 1937, padeció serios años a raíz de uno de los más de 400 bombardeos franquistas sobre la ciudad durante la Guerra Civil (1936-1939). Dos meses después acogió el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. En el subterráneo se conserva el refugio antiaéreo con capacidad para más de 700 personas.
Ubicación: Plaza del Ayuntamiento, 1



 

De origen tardomedieval (finales del s. XIV), las Torres de Serranos desempeñaron un papel clave en la guerra civil española (1936-1939). Durante las primeras semanas albergaron una de las 26 postas sanitarias de urgencia que los defensores de la democracia republicana organizaron en València como respuesta a la violencia propiciada por el golpe de estado encabezado por Franco y otros generales en julio de 1936. Posteriormente, funcionaron como depósito-refugio del patrimonio histórico-artístico.

En primer lugar, de obras de arte local, fundamentalmente religioso, confiscadas por el Ayuntamiento republicano con la intención de evitar nuevas destrucciones como las ocasionadas los días 20 y 21 de julio por los ataques espontáneos a iglesias de la ciudad en reacción a la sublevación. Más adelante conservaron, además, lo más valioso del patrimonio histórico-artístico español, trasladado en camiones desde Madrid con la intención de protegerlo de los bombardeos franquistas. Bombardeos que llegarían a afectar, entre otros, al Museo del Prado, del cual provenían muchas de las obras aquí conservadas como, por ejemplo, El Dos de Mayo de Goya, el Cristo Crucificado de Velázquez o la Venus de Tiziano.

Esta arriesgada operación de transporte –por la noche y bajo protección militar– se inició el 10 de noviembre de 1936, tan solo tres días después del traslado a València del gobierno y la capitalidad de la República y, de hecho, respondió también a la voluntad de éste de mantener el control directo sobre el patrimonio “nacional” como señal de identidad que lo reforzaba como único gobierno legítimo de la nación.

Escogidas por sus características arquitectónicas, esta antigua puerta de entrada a la ciudad fue adaptada, reforzándose su estructura para tener una mayor protección ante los bombardeos, o, entre otras intervenciones, instalando aparatos eléctricos para evitar que la humedad deteriorara los cuadros.

El éxito quedó patente en la perfecta conservación de cuadros, tapices y libros, comprobada in situ por expertos internacionales como Frederic Kenyon, antiguo director del British Museum, quien visitó València en el verano de 1937. Entre marzo y abril de 1938, ante el avance de las tropas de Franco sobre las comarcas castellonenses, estas obras se trasladaron hacia Catalunya y acabaron atravesando la frontera gracias a un acuerdo internacional. Aun así, hasta el final de la guerra las Torres de Serranos continuaron cumpliendo la misma función, pasando a conservar los tesoros artísticos de Segorbe, Castelló y otras localidades amenazadas por los rebeldes ayudados en su avance por tropas de la Italia fascista y la Alemania nazi.

Ubicación: Plaza dels Furs, s/n



 

La guerra civil española (1936-1939) fue el primer conflicto bélico en Europa en el que se bombardearon desde el aire núcleos de población en tan alto número y de forma indiscriminada. Entre enero de 1937 y el final de la guerra en marzo de 19 39, la ciudad de València sufrió más de 400 incursiones por mar y tierra, es decir, una media de una cada dos días durante los dos últimos años del conflicto. A menudo a cargo de la aviación y la marina de guerra de la Italia fascista, aliada del bando franquista, los bombardeos provocaron un total de más de 800 muertos, casi 3.000 heridos y más de 900 edificios destruidos.

La Junta de Defensa Pasiva tenía la misión de organizar la respuesta ante unos bombardeos cada vez más frecuentes. Una de las principales medidas fue la construcción o habilitación de más de 300 refugios antiaéreos, de titularidad pública o privada. Construido bajo tierra en un solar disponible en la confluencia de la Calle Alta y la de Ripalda, éste tenía capacidad para cerca de 600 personas en sus 362m2. A ras de calle sólo es visible la ‘parte aérea’, sobre el nivel de tierra, que comprendía las entradas y los niveles de protección que debían amortiguar gran parte de la denotación en caso de que impactara una bomba. Su ubicación resulta fácilmente identificable por las letras REFUGIO, colocadas en su fachada en estilo Art Déco, una tipografía característica de la época. Éste de aquí es uno de los pocos refugios de la ciudad que aún conserva su rotulación original.

Dos flechas apuntando en direcciones opuestas señalaban sus entradas, para que así la población de la ciudad pudiera encontrarlas sin dificultad una vez comenzaran a sonar las sirenas antiaéreas. Las entradas solían estar construidas lo más alejadas posible entre sí, para poder dificultar su destrucción simultánea en caso de un eventual impacto. De la misma manera, los corredores que daban acceso al interior de los refugios solían presentar una disposición ‘en codo’, es decir, en ángulo recto, para que en caso de que estallara una bomba ante la puerta, para que en caso de que una bomba estallara en la puerta, la metralla no afectara a los civiles refugiados en su interior. Al acabar el bombardeo, las sirenas volvían a sonar para indicar a la población de que el peligro había pasado.

Ubicación: Calle de Dalt, 33, esquina calle Ripalda



Cuando Valencia fue capital de la II República Española (1936-1937), este palacio del siglo XIX –situado en la entonces Plaza de los Trabajadores- se convirtió en sede del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Se trataba de un ministerio de nueva creación, sin precedentes en la estructura gubernamental española, reuniendo competencias hasta entonces asignadas principalmente a los ministerios de Gobernación y de Trabajo. Con la llegada del Gobierno, su primera sede estuvo en el Palacio de los Montenegro (que continúa existiendo en la calle Sorní, nº 3, muy cerca de la parada de Metro de Colón), que acogía el Comité Sanitario de la Conselleria Provincial de Sanitat. A su cabeza estaba la anarquista catalana Federica Montseny i Mañé (1905-1994), primera mujer ministra de la historia de España y una de las primeras de Europa. Si bien su nombramiento no estuvo exento de polémica, la prensa de la época no tardó en destacar su significado. Según la revista gráfica Estampa, era:

la entrada de una mujer en el despacho central de un Ministerio, suceso que delimita perfectamente los dos aspectos: el nuevo, el de amplias posibilidades para todo el que tenga aptitud para las cosas, y el viejo, el que nosotros mismos descubrimos destacando este mismo nombramiento de ministro para una mujer, cosa que debía parecernos tan natural y espontánea si no tuviésemos todos la inteligencia tan ligada a esa red de viejos prejuicios que nos ha rodeado desde siempre.

Ubicación: Plaza del Arzobispo, 3



Durante la guerra civil española (1936-1939), al lado de esta plaza, entonces de Vinatea (bautizada en recuerdo de Francesc de Vinatea, jurado de la ciudad en el siglo XIV), la Torre del Micalet acogía el centro neurálgico de la Defensa Especial contra Aeronaves. La DECA coordinaba el sistema de defensa pasiva y avisaba de la llegada de bombarderos, normalmente pertenecientes a la Aviazione Legionaria. Basados en Mallorca, su llegada por mar hacía imposible detectarlos con suficiente antelación, pese al uso de fonoreceptores para oír antes el ruido de sus motores.

Los puntos avanzados de observación repartidos entre la costa y Ciutat Vella tenían, pues, un tiempo mínimo de respuesta para avisar al centro de observación del Micalet, que ordenaba entonces que las sirenas sonaran y las baterías antiaéreas abrieran fuego. Se trataba de un sistema insuficiente y obsoleto para hacer frente a la moderna guerra aérea. De hecho, no tenemos constancia de que ningún avión atacante fuera derribado sobre València y la principal tarea de la Junta de Defensa Pasiva (creada en abril de 1937) en caso de ataque era reducir al máximo la pérdida de vidas entre la población civil.

Al oír las sirenas (de entre tres y cinco minutos de duración), la gente corría a los refugios, como el construido en el antiguo emplazamiento de la Batlia (o Casa de la Ciudad) en 1938, si bien desconocemos su tamaño y capacidad. Pasada la amenaza, las sirenas volvían a sonar dos minutos para avisar a la población de que podían volver a la calle. Hoy en día, sólo se conserva una de las veinticinco sirenas de la ciudad, en la calle Martínez Aloy.

El Palau de la Generalitat es desde el regreso de la democracia la sede de la Presidència del Consell, el Gobierno valenciano. Construido en buena parte en el siglo XV y declarado Bien de Interés Cultural (BIC) ya en 1931, el edificio acogió durante los meses posteriores al golpe de Estado de 1936 al Comité Ejecutivo Popular (CEP), verdadero poder alternativo y único organismo político de gobierno para la retaguardia valenciana. Contaba con representantes de todas las fuerzas políticas y sindicales que apoyaban la causa de la República: dos representantes de la UGT y dos de la CNT, uno de la FAI y uno por cada.

Ubicación: Calle de Caballeros



El Palau dels Borja, actual sede de las Cortes Valencianas, fue construido por la familia de los Borja, duques de Gandia, entre finales del siglo XV y principios del XVI. Durante la última guerra civil española (1936-1939), con el traslado a València del gobierno y la capitalidad de la República, el edificio alojó la sede de la Presidencia del Gobierno, así como del Ministerio de la Guerra. Aquí tuvo lugar el primer consejo de ministros celebrado en València al día siguiente del traslado, el 7 de noviembre de 1936, que sirvió, entre otras cosas, para tomar la importante decisión de cómo comunicar a la opinión pública el polémico traslado desde Madrid. En efecto, había que dejar claro que no se trataba de un abandono ni de una debilidad ante el avance de las tropas de Franco, sino de una decisión estratégica para hacer más eficaz la gestión del gabinete: “para articular los esfuerzos de toda la España antifascista al servicio de la victoria total y de la propia liberación de Madrid”, como indicó una nota oficial.

En el Palau dels Borja se efectuaron durante el año de la capitalidad las recepciones oficiales del presidente del Gobierno. Desde sus ventanas, quien ocupaba el cargo en aquellos momentos, el socialista Francisco Largo Caballero, arengó una importante manifestación de apoyo al gobierno democrático celebrada el 14 de febrero de 1937, tras la caída de Málaga en manos de los rebeldes ayudados por los fascistas italianos, saldada con una masiva represión. En el sótano del edificio se conserva un refugio que, en la actualidad, se utiliza como almacén de publicaciones. Durante la dictadura (1939-1975) sirvió como residencia de Franco en sus visitas a València. En 1973 el edificio fue adquirido por el Ministerio del Interior y durante la transición a la democracia se convirtió en sede de la Presidencia y varias consejerías del Consell del País Valencià, es decir, el gobierno pre-autonómico. Finalmente, en 1983 el Palau dels Borja fue cedido por el ministerio para ubicar la sede de las Cortes Valencianas, el poder legislativo del pueblo valenciano; en 1994 finalizaron las diversas obras de adaptación realizadas en el Palacio para adecuarlo a su actual función.

Ubicación: Plaza de San Lorenzo, 3



El edificio del actual Museo de Bellas Artes de València, fue construido entre finales del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII como Colegio San Pío V para la formación de sacerdotes. En 1835 pasó a manos del ejército, que instaló un hospital militar.

Durante la última guerra civil española (1936-1939), en un contexto de emergencia sanitaria, el Hospital Militar San Pío V se convirtió en el centro principal de una red que llegó a estar compuesta por quince hospitales militares valencianos. Con 701 camas repartidas en 35 salas, quirófanos, policlínicas y pabellón de infecciosos, fue fundamental en la atención a soldados heridos en el frente. Particularmente relevante fue su papel durante 1938, en relación con las batallas registradas en Teruel y Castelló, saldadas con la derrota de las fuerzas democráticas y con gran número de heridos: 904 tan sólo en el caso de la primera. Junto a la labor de los médicos pertenecientes al Cuerpo Sanitario Militar, debe reconocerse el trabajo del numeroso personal femenino, fundamental en la asistencia a los heridos y enfermos; el carácter generalmente voluntario de la contribución de estas mujeres revelaba a menudo su compromiso con la causa antifascista. Desde 1946 el edificio alberga el Museo de Bellas Artes de València, una de las tres pinacotecas más importantes de España.

El monasterio de la Trinidad, cuyo edificio original data del siglo XIII, fue habitado desde el siglo XV por religiosas clarisas. Abandonado ante el temor a ataques incontrolados de contrarios a la sublevación de Franco durante las primeras semanas de la guerra civil, el edificio fue ocupado y utilizado para fines militares, al igual que ocurrió con otros muchos edificios religiosos. Así, sirvió como cuartel para el regimiento nº 10 del Ejército de la República y para las Brigadas Internacionales, compuestas por voluntarios extranjeros partidarios de la democracia republicana. No en vano, ésta contó con el apoyo activo de personalidades tan conocidas como Willy Brandt, Josip Boriz Tito, Ernest Hemingway o George Orwell. En lo que había sido un huerto del convento, se construyó un refugio antiaéreo que actualmente se halla en buen estado, conservando los bancos, parte del sistema de ventilación y los edificios auxiliares. Tras sufrir importantes daños y transformaciones durante la contienda, con la victoria franquista el monasterio volvió a ser ocupado por las monjas y actualmente se encuentra deshabitado.

Ubicación: Calles de San Pío V, 9, y de la Trinitat, 13



Cuando València fue capital de la II República española (1936-1937), el edificio de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad acogió el recién creado Ministerio de Propaganda. Se accedía a él por la entrada oficial, situada en la entonces Calle de María Carbonell, bautizada así ya antes de la guerra, en recuerdo de la valenciana María Carbonell Sánchez (1852-1926). De convicciones católicas, y cercana al sector conservador de la Institución Libre de Enseñanza, fue maestra en la Escuela Normal femenina de València y autora de una prolija obra. Muy querida en la ciudad, se convirtió en una de las figuras más recordadas de la pedagogía valenciana.

El Ministerio de Propaganda había sido creado el 4 de noviembre de 1936, tres días antes del traslado del Gobierno a València, y ocupó aquí este entonces nuevo edificio, obre del arquitecto valenciano Antonio Gómez Davó, construido a principios de la década de 1930. Con el periodista alicantino Carlos Esplá (1895-1971), de Izquierda Republicana, a su cabeza, la misión del Ministerio era sostener la moral de la población y coordinar las consignas de instituciones, partidos y sindicatos. En palabras de su subsecretario, Federico Martínez Miñana, a la revista gráfica Crónica, había que hacer “propaganda de todo el Gobierno y de todo lo que en el exterior vale de los partidos y de los Sindicatos”, reconociendo así la pluralidad de fuerzas pero primando sus elementos comunes en el mensaje institucional de la República. Además, para presentar la causa de la democracia en el importante plano internacional, había que llegar “a las cinco partes del mundo a difundir y señalar la justa causa que defiende la República de España”.

Para poder cumplir su misión, el Ministerio se dividía orgánicamente en diferentes departamentos: de Información para la prensa extranjera; de Ediciones y Publicaciones; de Cine y de Radio; un Servicio fotográfico y un archivo sonoro o ‘Discoteca’. Especialmente durante la capitalidad, fue uno de los actores políticos que contribuyeron a la intensa politización de la sociedad valenciana, llenando de carteles, pancartas y murales los edificios oficiales (ministerios, Ayuntamiento y otras instituciones, como el Ateneo Popular) y, en general, las calles del centro de la ciudad.

El sótano del edificio se adaptó para acoger uno de los refugios antiaéreos más grandes de València, con capacidad para proteger –según informaba el periódico anarquista Fragua Social– a cerca de 2.800 personas de las más de 400 incursiones aéreas sufridas por la ciudad hasta el final de la guerra.

Ubicación: Calle General Tovar, 3

Fachada lateral del Ministerio de Propaganda, con su rotulación oficial en el balcón y numerosos carteles políticos en los muros inferiores, a pie de calle. Fotografia: Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares, Madrid).



Durante la guerra civil española (1936-1939) València sufrió más de 400 ataques aéreos y navales por parte de los rebeldes, a menudo a cargo de la marina y de la aviación de la Italia fascista, aliada –al igual que la Alemania nazi- del bando franquista.

Durante el periodo de entreguerras se había extendido por Europa el miedo a que, en caso de una nueva guerra, el desarrollo de la aviación militar convirtiera a las ciudades en grandes objetivos, totalmente desprotegidas como estaban ante la nueva amenaza que venía del cielo. Este miedo se hizo realidad por primera vez de forma sistemática e indiscriminada durante la guerra civil española.

Pese a estar prohibidos por la Convención de La Haya desde 1907, los bombardeos contra poblaciones civiles indefensas afectaron entonces a ciudades pequeñas, medianas y grandes. Así, la Luftwaffe alemana y la Aviazione Legionaria italiana convirtieron –entre muchas otras- a Durango, Gernika, Xàtiva, Castelló, Madrid o Barcelona en campo de pruebas donde ensayar lo que poco después lanzarían a una escala mucho mayor sobre Varsovia, Rotterdam, Londres o Belgrado.

En la ciudad de València, convertida en objetivo militar de primer rango tras ser designada capital de la República en noviembre de 1936, los primeros bombardeos llegaron dos meses después. Las bombas lanzadas desde el cielo y la costa hasta los últimos días de la guerra, en marzo de 1939, causaron aquí la muerte a más de 800 civiles e hirieron a más de 2800 persones, destruyendo además más de 900 edificios.

Para proteger a la población civil, en 1937 la Junta de Defensa Pasiva construyó en este lugar –muy cerca de un núcleo político de importancia, como era la entonces Plaça de la Senyera (hoy, de Tetuán)- un refugio antiáereo de capacidad media. En sus 267m2, el refugio podía alojar a unas 380 personas, protegidas por una estructura de hormigón armado que podía resistir el impacto de bombas de hasta 200 ó 250kg.

Situado en un callejón, su escasa visibilidad recomendó colocar en la esquina de la Calle Espada con la plaza un rótulo con las letras REFUGIO en estilo Art Decó, para señalar su ubicación y facilitar que, en caso de bombardeo, la población pudiera localizarlo rápidamente. Mientras que este segundo rótulo todavía se conserva, del original en su fachada sobre una de las dos puertas apenas si queda hoy en día la huella que permite intuir las letras ya desaparecidas.

Muchos de los refugios de la ciudad, sobre todo los de nueva construcción que tenían una parte aérea bien visible (Plaça del Carme, Generalitat,…), no fueron destruidos hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, una vez hubo quedado claro que España no entraría en la guerra al lado de la Alemania nazi y la Italia fascista. Sin embargo, el refugio de la Calle Espada no fue destruido: abandonado, sobrevivió también a la posguerra mundial y fue deteriorándose progresivamente durante décadas. En la actualidad, sus dos accesos están clausurados, pero en su interior todavía conserva los bancos corridos donde se pasaban las –a menudo- horas de tensa espera, así como también restos de la maquinaria y tubos de ventilación. Por último, por lo que respecta a su protección patrimonial, el refugio está catalogado como Bien de Relevancia Local (BRL) por su valor histórico, cultural y arqueológico.

Cartel propagandístico sobre la construcción de refugios. Manuel Gallur, 1938. Fotografía: Biblioteca Histórica de la Universitat de València.



En la Plaza de Tetuán se dilucidó en buena medida el destino del golpe de estado contra la República democrática que originó la guerra civil española (1936-1939).

Foto-de-epoca-plaza-de-Tetuán.jpg (400×260)

El 18 de julio de 1936 el edificio de Capitanía General (antiguo Real Convento de Santo Domingo) albergaba el Cuartel General de la III División Orgánica del Ejército español, que comprendía los destacamentos militares de Albacete, Alicante, Castellón, Murcia y València, al mando del general de Brigada Fernando Martínez-Monge Restoy (1874-1963). El control de Capitanía constituía un factor clave para sublevar las guarniciones de su jurisdicción, pero también, la posición estratégica de València respecto a Madrid y Barcelona, podía incidir en la suerte final de la insurrección antirrepublicana. Frente a Capitanía, la sede de la Derecha Regional Valenciana instalada en el neoclásico Palacio de los Condes de Cervelló, histórico edificio de la memoria liberal en el que Fernando VII derogó la Constitución de Cádiz de 1812 (la “Pepa”) para reinstaurar el absolutismo.

En el Palacio de Cervelló se habían concentrado el 18 de julio de 1936 militantes armados de la Derecha Regional y de Falange para apoyar a los oficiales conjurados en su objetivo de sublevarse y conquistar Capitanía, produciéndose el primer enfrentamiento armado con un coche de milicianos republicanos. En Capitanía, la oficialidad insurrecta esperaba el instante definitivo para conquistar el poder de las fuerzas militares. Sin embargo, Fernando Martínez-Monge decidió, al igual que otros oficiales, permanecer fiel al legítimo gobierno de la República y su actitud ayudó, entre otros factores, a decidir el fracaso de la conjura antirrepublicana en València. Martínez-Monge, siempre leal a la República, se exilió de España al término de la guerra (1939) y murió en Buenos Aires (Argentina).

Ya en plena guerra civil, el Palacio de Cervelló albergaría al Comité Regional del Partido Comunista, lo que provocó que la entonces Plaza de la Señera fuera conocida popularmente como la “Plaza Roja”. El 30 de octubre de 1936 la Plaza asistió a un grave suceso entre comunistas y milicianos anarquistas, enfrentados por sus diferencias respecto a la organización de la economía, la política y el Ejército, con el resultado provisional de más de 20 muertos. Disputa que preludia los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona.

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Cuando Valencia fue capital de la República (noviembre 1936-octubre 1937), el edificio de Capitanía se destinó a la sede de la Presidencia de la República, y, por tanto, a actos de protocolo, visitas internacionales o reuniones de cariz político. Sin embargo, Manuel Azaña (Izquierda Republicana), Presidente de la República, apenas ocuparía su residencia oficial puesto que se trasladó a La Pobleta, una masía situada en Serra (Sierra Calderona), lugar en el que escribiría el dietario Cuaderno de La Pobleta. El propio Azaña anotó, “la hedionda Capitanía donde reina el aberrado gusto del país, la vetustez sucia de los centros oficiales y el olor a las pomadas y tintes de todos los capitanes generales que allí se han albergado durante un siglo”. En esta plaza, también se instaló el Ministerio de Hacienda y Economía (palacio de Moróder, actualmente Edificio Moroder Gómez) que ocupó el socialista Juan Negrín.

El Palacio de Cervelló que ha acogido entre otros a Fernando VII, a la regente María Cristina o a Isabel II es en la actualidad es uno de los principales espacios culturales de la ciudad de València, albergando el Archivo Histórico Municipal, exposiciones o espacios como el Salón de Baile y la Biblioteca. Al mismo tiempo, el interior de Capitanía General ha conservado un relevante conjunto histórico-artístico.

Ubicación: Plaza de Tetuán



La calle de la Paz es resultado de una de las más importantes reformas urbanas de la Valencia de finales del siglo XIX, que la conformó cómo zona residencial de la burguesía.

Esta moderna arteria se convirtió en uno de los ejes de la vida política de Valencia durante la guerra civil española (1936-1939), particularmente durante el período en que la ciudad ostentó la capitalidad de la II República española, entre noviembre de 1936 y octubre de 1937, con motivo del traslado del gobierno democrático desde el Madrid amenazado por las tropas de Franco apoyadas por la Alemania nazi y la Italia fascista. Así, los carteles, rótulos y pancartas que colgaban de numerosos edificios y locales de la Calle de la Paz testimoniaron la notable intensificación de la vida política y cultural de Valencia.

En efecto, en palacetes y espaciosos pisos abandonados por sus adinerados propietarios huidos ante el temor de la represión republicana, o bien incautados a estos, se instalaron las sedes de diversas organizaciones e instituciones políticas y culturales vinculadas a la defensa de la República, tales como el Ministerio de Instrucción Pública (número 39 de esta vía), la Federación Regional de las Juventudes Libertarias de Levante (nº 40), la Federación Regional de Levante de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) o Cultura Popular (nº 23), dedicada a tareas educativas.

Las sedes del Comité Regional de Mujeres Libres (nº 29) y del Comité Provincial de Mujeres Antifascistas (nº 38) revelaban la crucial movilización de las mujeres partidarias de la República en actividades asistenciales, propagandísticas, culturales y educativas, concebidas como parte del esfuerzo de guerra.

El lujoso Hotel Palace (nº 42), rebautizado como “Casa de la Cultura”, se convirtió en residencia y lugar de trabajo de numerosos intelectuales, artistas y científicos trasladados desde Madrid con el apoyo del gobierno, quiénes contribuyeron a dinamizar la vida cultural de Valencia. Llamada con sorna por los valencianos “El Casal dels Sabuts de tota mena” (es decir, “La casa de los sabios –o sabelotodo- de todas clases”), su patronato estuvo presidido por Antonio Machado, y por allí pasaron personalidades como Rafael Alberti, María Teresa León, Luis Cernuda, León Felipe, Octavio Paz, John Dos Passos o André Malraux. En la misma calle, la cafetería Ideal Room (nº 19) se convirtió en lugar de encuentro de intelectuales republicanos, diplomáticos, militares y corresponsales extranjeros.

La calle de la Paz, sin embargo, no fue ajena a la cara más amarga de la guerra, habilitándose cuatro sótanos (en los números 14, 22, 25 y 40) como refugios antiaéreos con una capacidad total para 765 personas. El 26 de enero de 1938, un virulento ataque de la aviación fascista italiana sobre objetivos civiles provocó alrededor de un centenar de muertos.

Ubicación: Calle de la Paz



En 1917 la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España (incluida en RENFE cuando fue nacionalizada en 1941) inauguraba esta Estación de ferrocarril diseñada por Demetrio Ribes, una esplendorosa joya modernista, conocida popularmente como la Estación del Norte.

Durante la guerra civil española (1936-1939) este espacio condensó los efectos de la “guerra total” sobre la población civil, pero también simboliza en nuestro presente el enorme despliegue de solidaridad con millones de evacuados. Desde los primeros días de la guerra, decenas de miles de personas no combatientes (ancianos, mujeres, niños y niñas) comenzaron a abandonar sus casas dirigiéndose hacia Madrid para escapar preferentemente de la violencia política desplegada por el ejército rebelde en su avance a través de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha.

En la capital española comenzaron a sufrir el terror planificado de los bombardeos de la aviación nazi-fascista, gobiernos aliados a los golpistas, para pasar posteriormente a padecer el cerco militar de la ciudad.

Desde Madrid se inició una evacuación organizada de ancianos, mujeres e infancia hacia las todavía tranquilas zonas de retaguardia. La Estación del Norte se convertiría en el punto neurálgico de esta evacuación dirigida y apoyada por el ejemplo solidario desplegado por instituciones públicas valencianas y estatales, sindicatos, partidos, asociaciones y ayuda internacional. En la Estación, el Comité Nacional de Refugiados atendía las primeras necesidades alimenticias y sanitarias de los evacuados. Posteriormente, con una particular atención hacia la infancia (colonias escolares), desde València se distribuía al colectivo evacuado en las provincias valencianas, Cataluña y Murcia.

En la València capital de la República (noviembre 1936-octubre 1937) se instalaría el Comité Nacional de Refugiados (calle Salvador Seguí, actualmente Conde de Salvatierra) y su sucesor, la Oficina Central de Evacuación y Asistencia a Refugiados (OCEAR) que estableció en València una de las dos Oficinas de Etapa para la Evacuación y Asistencia a Refugiados.

También la Consejería de Asistencia Social del Consejo Provincial de València (Plaza de los Derechos del Niño, 2, actualmente de San Luis Bertrán) mantenía sus centros de protección a los evacuados.

Así, cuando finalizaba el año 1936, el territorio valenciano acogía a unos 250.000 evacuados y la ciudad de València recibía la felicitación de la Misión Sanitaria de la Sociedad de Naciones (precursora de la actual ONU) por su atención a los evacuados. Las progresivas derrotas militares republicanas desde principios de 1937 obligaron a la evacuación de millones de personas hacia la retaguardia republicana procedentes de Málaga, Asturias, País Vasco, Aragón o la provincia de Castelló. Así, la ciudad de València pasaría de unos 320.195 habitantes en los años treinta a 413.969 en 1939, cuando terminaba la guerra.

Así, cuando finalizaba el año 1936, el territorio valenciano acogía a unos 250.000 evacuados y la ciudad de València recibía la felicitación de la Misión Sanitaria de la Sociedad de Naciones (precursora de la actual ONU) por su atención a los evacuados. Las progresivas derrotas militares republicanas desde principios de 1937 obligaron a la evacuación de millones de personas hacia la retaguardia republicana procedentes de Málaga, Asturias, País Vasco, Aragón o la provincia de Castelló. Así, la ciudad de València pasaría de unos 320.195 habitantes en los años treinta a 413.969 en 1939, cuando terminaba la guerra. Este constante incremento demográfico provocó una presión sobre los servicios sanitarios, el alojamiento y el abastecimiento alimenticio, así como un reto de gestión de esta crisis humanitaria. A pesar de puntuales conflictos de convivencia, la solidaridad consiguió limitar, especialmente con la infancia, las devastadoras consecuencias de la guerra.

La Estación del Norte es Monumento Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural, así como una de las estaciones históricas de Adif contemplados en el Patrimonio Histórico Español.

Ubicación: Calle Xàtiva, 24



El Colegio de San José, de la Compañía de Jesús, fue fundado en 1870 como centro de enseñanza secundaria y es uno de los ejemplos de la movilización católica de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en defensa de la Iglesia y sus postulados. En este caso, la iniciativa estaba destinada a educar a los hijos de las familias influyentes de la ciudad.
La Compañía eligió el lugar por estar situado a las afuera de la ciudad, en una zona sana e higiénica. El edificio comenzó a construirse en junio de 1879 y fue concluido en septiembre de 1880. Posteriormente, vivió sucesivas ampliaciones en las que se construyeron la capilla y el salón de actos, y se ampliaron las alas laterales, aunque sólo con una planta, a diferencia del resto del edificio, que tenía tres. Sería ya en los años veinte del siglo XX cuando se igualaron las alas a tres plantas. Con esta última ampliación y la compra de dos solares en dirección al cauce del río Turia, en 1922 y 1926, llegamos a la imagen que tenía el Colegio en los años treinta.

Fue en ese momento cuando, al ser propiedad de la Compañía de Jesús, esta institución se vio afectada por lo dispuesto en el artículo 26 de la Constitución de 1931: disolución de la Compañía y nacionalización de sus bienes, que se dedicarían a fines benéficos y docentes.
Por ello, desde 1932, comenzaron a instalarse diferentes instituciones dedicadas fundamentalmente a la educación, lo cual se vio potenciado durante la guerra civil española (1936-1939) y convirtió a este complejo en un ejemplo de la acción educativa llevada a cabo por la Segunda República española, tanto en período de paz como de guerra.

De esta forma, al final de la entonces llamada Gran Vía Ramón y Cajal se reunían las siguientes instituciones:

a) El Instituto-Escuela, creado en València en 1932, era un ejemplo característico de la aplicación, en un centro público, destinado a alumnos sobre todo, aunque no sólo, de Secundaria, de los principios pedagógicos y metodológicos de la Institución Libre de Enseñanza.

b) El Instituto Obrero de València, creado en noviembre de 1936 e inaugurado en enero de 1937, era la institución educativa donde se aplicó el recién aprobado Bachillerato abreviado. Este, de dos años de duración con dos cursos semestrales cada año, tenía como objetivo fundamental facilitar el acceso a la Universidad a los sectores populares y trabajadores.

c) El Instituto Nacional de Segunda Enseñanza Blasco Ibáñez, segundo centro de Secundaria de la ciudad después del Luis Vives, creado en 1933, y que había sido ubicado en diferentes lugares de la ciudad, sobre todo en el entorno del Ensanche de Ruzafa (calles del Almirante Cadarso y Avenida 14 de abril, actual Reino de València), hasta su instalación aquí a principios de 1937.

d) El Grupo Escolar Luis Bello, el único centro de Primaria de todo el conjunto, junto con las escuelas General y Diferencial del Instituto-Escuela.

e) La Escuela Normal. La institución de formación de los futuros maestros y maestras fue trasladada en 1932 desde su lugar originario, la Casa de la Educación, en la trasera del Ayuntamiento, en la calle del Arzobispo Mayoral. Durante la guerra, acogió también a la Normal 1 de Madrid y, al instalarse el Instituto Obrero, tuvo que trasladarse, en marzo de 1937, primero hasta la Escuela de Artesanos (Avenida 14 de abril) y después a la Avenida de Mariano Aser (actual Paseo de la Alameda).

La victoria franquista supuso la desaparición de este conjunto educativo, no sólo porque el inmueble fue devuelto a la Compañía de Jesús, sino también porque las instituciones que albergaba fueron eliminadas, como el Instituto-Escuela o el Instituto Obrero, o trasladadas y modificadas, como el Instituto Blasco Ibáñez, que se instaló de nuevo en la calle del Almirante Cadarso, ahora con un nuevo nombre (San Vicente Ferrer) y con unas nuevas destinatarias, pues se convertiría en el instituto femenino de la ciudad.

Ubicación: Gran Vía Fernando el Católico, 78



Tras más de una década en construcción, la Cárcel Modelo de València fue inaugurada en junio de 1903. Los periódicos del momento se hicieron eco de la lentitud de su construcción y su coste económico; también de la tardanza a la hora de trasladar a los reclusos procedentes de otros presidios y ponerla en funcionamiento.

Entonces, la nueva prisión se encontraba a dos kilómetros de la población, en la línea del tranvía de tracción eléctrica que hacía el recorrido València-Torrent. Fue la primera cárcel de la ciudad cuyo edificio había sido construido directamente para un fin penitenciario. Constaba de 528 celdas divididas en cuatro galerías radiales; más 16 para “distinguidos” –de pago-, 10 para “políticos” y un departamento aislado para jóvenes. Además, disponía de enfermería, lavandería, un pabellón de talleres, locutorios, capilla, seis fuentes públicas, maquinaria para la producción de alumbrado eléctrico o sistema de evacuación de aguas.

Durante la guerra civil española (1936-1939), la ciudad de València permaneció en zona republicana hasta el final de la contienda, llegando a convertirse en capital de la República durante un año. En este periodo, la Cárcel Modelo continuó albergando presos por delitos comunes como hurtos, robos u homicidios. En el contexto bélico, a estos se sumaron, por un lado, los reclusos por prácticas relacionadas con las subsistencias: contrabando, acaparamiento, alteración de precios u ocultación de artículos de primera necesidad. Por otro, presos acusados de apoyar el golpe de estado contra la democracia republicana y a los sublevados, espionaje, derrotismo, traición u hostilidad y desafección. De hecho, en el propio edificio se celebraron juicios en la sala de audiencias.
De esta forma, fueron recluidos en las galerías de la prisión personas sospechosas de sintonía con los golpistas y de actuar en contra del gobierno republicano. Entre otros, sacerdotes y falangistas –de Falange, el partido fascista español-. Además, fueron también encarcelados anarquistas del sindicato CNT-FAI o militantes del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), en el contexto de las tensiones entre las diferentes tendencias opuestas a la sublevación. Pese a los múltiples encarcelamientos, las condiciones de salubridad, habitabilidad y alimentación no fueron tan duras como en los años posteriores al final de la guerra. Entre octubre de 1936 y marzo de 1939 fallecieron en esta cárcel 14 personas originarias de municipios valencianos, pero también de otras provincias.

Tras el final de la guerra y la implantación de la dictadura franquista (1939-1975), no varió su uso penitenciario. En los momentos más intensos de la represión de posguerra llegaron a concentrarse más de 10.000 prisioneros, superándose ampliamente su capacidad. Los presos, comunes y políticos, sufrieron el hacinamiento y las deficientes condiciones alimentarias, higiénicas y sanitarias. En estas circunstancias, proliferaron los parásitos –chinches, piojos, pulgas-; la avitaminosis, las diarreas o enfermedades como la sarna y la pulmonía. Como consecuencia de todo ello, entre abril de 1939 y el año 1943 murieron en la Cárcel Modelo de València 193 personas.

La Cárcel Modelo dejó de utilizarse como prisión en 1991. Poco después se rodó en su interior la conocida película de Luís García Berlanga “Todos a la cárcel” y comenzaron años de abandono hasta su rehabilitación. En la actualidad alberga la Ciudad Administrativa 9 d’Octubre.

Ubicación: Calle de la Democracia, 77



La situación geoestratégica y geopolítica de València durante la guerra civil española (1936-1939), la proximidad del frente de Teruel y el curso desfavorable de la contienda para el bando republicano convirtieron la ciudad en un polo receptor de heridos de guerra y de población civil evacuada, en muchas ocasiones enferma. Ante este marcado incremento de la demanda de asistencia, las autoridades valencianas acometieron un gran esfuerzo con el fin de reorganizar la red de infraestructuras sanitarias de la ciudad.

Sin embargo, esta intensa reorganización sanitaria fue incapaz de absorber la elevada demanda asistencial provocada por la intensa presión demográfica. Así pues, desde finales de 1936 se inició un progresivo colapso de las infraestructuras sanitarias de la ciudad de València, proceso que se agudizó a lo largo de 1937 y culminó en 1938 con el derrumbe del sistema asistencial.

La readaptación del sistema sanitario de la ciudad a la nueva situación bélica provocada por el golpe de Estado de 1936 cristalizó de dos maneras. En primer lugar, los hospitales que existían antes de la contienda sufrieron una marcada reorganización interna con el objetivo de aumentar su capacidad asistencial. Por otro lado, se habilitaron numerosos hospitales en toda suerte de edificios: escuelas, conventos, clínicas particulares, chalets… Estos fueron los denominados Hospitales de Sangre, destinados a la atención de milicianos heridos y enfermos y, posteriormente, soldados.

El hospital de Natzaret pertenece a este segundo grupo; efectivamente, a lo largo de agosto de 1936, la Junta de Defensa de Natzaret habilitó un hospital de sangre con capacidad para 30 camas. Instalado en la casa de veraneo de los Monfort, una familia acomodada de València, el centro sanitario estaba situado muy cerca de la posta sanitaria de urgencia que se había improvisado en el cine “Español” (número 45 de la calle Mayor). Por este motivo, el mismo personal sanitario atendía ambas instalaciones. Además, muchos vecinos se ofrecieron voluntarios para colaborar en las tareas auxiliares del hospital (limpieza, abastecimiento…).

Ubicación: Calle Mayor de Nazaret, 80

Desperfectos en el interior del Hospital de Sangre de Nazaret causados por el bombardeo. Fotografia: Biblioteca Nacional de España.



Durante la guerra civil española (1936-1939), València se convirtió en una ciudad receptora de heridos de guerra y de población civil evacuada, a menudo enferma. Esta situación obligó a las autoridades valencianas a reorganizar la red hospitalaria de la ciudad. En primer lugar, los hospitales que existían antes de la contienda experimentaron una marcada reorganización interna con el fin de aumentar su capacidad asistencial. Además, se habilitaron numerosos hospitales en toda suerte de edificios: escuelas, conventos, clínicas particulares, chalets… Estos fueron los denominados Hospitales de Sangre, destinados a la atención de milicianos heridos y enfermos y, posteriormente, soldados.

El Hospital San Juan de Dios pertenece al primer grupo de hospitales; efectivamente, la orden hospitalaria de San Juan de Dios se había establecido en València en 1887, inicialmente en el barrio de Benimaclet. Bajo el nombre de Asilo de San Juan de Dios, su objectivo era acoger a “niños raquíticos, escrofulosos, huérfanos pobres, baldados y contrahechos”. En 1892 el asilo se había trasladado a un viejo caserón situado muy cerca de la playa de la Malva-rosa. Seguiendo los criterios higienistas de la época, en 1907 se diseñó el actual hospital, inaugurándose en 1913.

Poco después del golpe militar de julio de 1936, el Hospital San Juan de Dios fue incautado por el Partido Comunista, pasando a denominarse Sanatorio Hospital Popular. En un primer momento los frailes continuaron atendiendo las labores del hospital; sin embargo, entre agosto y octubre de 1936 los milicianos asesinaron a 11 de ellos.

A principios de 1937, el hospital pasó a estar gestionado por el Socorro Rojo Internacional bajo la dirección médica de José Álvarez. Pese a los cambios producidos por la situación bélica, el hospital continuó atendiendo niños. Conviene destacar la gran importancia que tuvo la cirugía infantil en este centro, muy especialmente orientada a corregir las grandes deformidades y fracturas producidas por la tuberculosis osteo-articular. Con capacidad para 100 niños, este hospital también atendía de manera ambulatoria a los enfermos pobres de los Poblados Marítimos. Asimismo, el Sanatorio Popular acogió a parte de los niños evacuados del Asilo de San Rafael de Madrid, motivo por el cual tuvo que aumentar su capacidad asistencial. Ello se acompañó de problemas de desabastecimiento y de falta de personal y material, una situación que se repetía en el cercano Sanatorio Marítimo Nacional, transformado por aquel entonces en el Sanatorio Helio-Marino “Pablo Iglesias”.

Ubicación: Calle Río Tajo, 1