La muralla fue construida en el siglo II a.C. cuando se fundó la ciudad. La primera referencia histórica de València la describe como un oppidum, esto es, como un lugar fortificado. Está mencionada en un texto (Historiae 2.54) del historiador Salustio del siglo I a.C. al narrar la batalla que tuvo lugar en el 75 a.C. al pie de las murallas, citadas como moenia.

Este recinto amurallado se complementaba con un sistema de fosas que, junto a los canales fluviales que rodeaban la ciudad, reforzaban su capacidad defensiva. Este foso, o fosos, que rodeaba todo el recinto, sólo se ha reconocido bien en la calle Cabillers. Allí, su anchura era de 3,50 metros, por 1,40 de profundidad.

Su trazado discurriría hacia el este, por detrás de las torres de Serranos, más o menos paralelo al Turia y por detrás de la muralla islámica. Giraría al sur a la altura de la actual calle Viciana y a través de la calle del Tosalet se supone que llegaría a la de Avellanas, desde donde se dirigiría hacia el oeste por la calle Cabillers, atravesaría la plaza de la Reina, seguiría por la calle Corregeria y la calle Juristas, atravesando la calle de Caballeros por debajo de la torre nueva del Palau de la Generalitat, dirigiéndose por la calle Serranos hasta las torres homónimas.

Tendría cuatro puertas, como era habitual en las ciudades romanas situadas en el plan. De la existencia de una de ellas, la Puerta Sucronensis, hay constancia epigráfica (Corpus Inscriptionum Latinorum II2/14,33). Otros dos, la septentrional (Puerta Saguntina) y la meridional (la Puerta Sucronensis) se pueden observar sus restos debajo del edificio de la calle Avellanas 11.

También se han identificado algunos tramos de la fosa que delimitaba el recinto: edificio entre calle Caballers y plaza de la Reina, lado occidental de la calle Serranos, calle Conde Trenor. Actualmente se conservan muy pocos restos de esta muralla embebidos en el parcelario y dentro de edificios en uso. En muy pocos puntos de la ciudad subsisten restos de la muralla romana, que presentan escaso y desigual nivel de conservación.

El tramo de la calle Avellanas es de ocho metros de longitud y está construido con grandes sillares dispuestos irregularmente, mientras lo de la calle del Salvador, probablemente una torre, está hecho con mampostería regular que recubre un relleno de tierra prensada o de blandas de barro cocido.

El del Palau de la Generalitat sólo estuvo visible en 1940 durante las obras de construcción de la torre occidental. Fue descrito como un gran muro de 1’90 metros de ancho, localizado entre 3,50 y 4,50 metros de profundidad, construido con “argamasa de cal y canto fortísima”, lo cual indicaba que probablemente era una especie de opus incertum o caementicium. No hay datos de anchura de los muros o las torres porque siempre se han encontrado junto a los cortes o las medianeras.

Estos escasos hallazgos no han dado información cronológica de detalle, excepto él de la calle Viciana, que pertenece a la época republicana. El de la calle Avellanas tanto puede ser del periodo imperial como del republicano, mientras lo del Palau de la Generalitat se considera de la fase más antigua por la profundidad, entre los tres y los cuatro metros, a los cuales apareció.



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