Aunque algunas veces la escultura, uno de los principales capítulos de las Bellas Artes, queda relegada a un segundo plano ante la arquitectura y la urbanización de los espacios públicos, lo cierto es que ésta condiciona enormemente la imagen de la ciudad, su fisionomía y su identidad.
Nuestra ciudad siempre ha sido consciente de la importancia de su ornato público, pero desde mediados del siglo XIX se detecta un movimiento creciente que coincide con la transformación de Valencia en una ciudad moderna, mediante el trazado de nuevos barrios residenciales, avenidas y grandes vías y la ejecución de las más importantes reformas urbanas, tras el derribo de las murallas.
El arte público se utilizó entonces, al igual que en el resto de Europa, para decorar y embellecer plazas, jardines, parques y otros espacios públicos, pero además, la selección de las esculturas y piezas de arte y su ubicación expresan la evolución de la imagen de ciudad que se quiere proyectar. Así, nuestras esculturas y monumentos sintetizan la esencia estética, urbanística, económica e ideológica de la ciudad.
El arte público se utilizó entonces, al igual que en el resto de Europa, para decorar y embellecer plazas, jardines, parques y otros espacios públicos, pero además, la selección de las esculturas y piezas de arte y su ubicación expresan la evolución de la imagen de ciudad que se quiere proyectar. Así, nuestras esculturas y monumentos sintetizan la esencia estética, urbanística, económica e ideológica de la ciudad.
