Hoy queremos compartir un interesante artículo publicado recientemente que tiene como base el estudio de tres caparazones de tortuga provenientes de la excavación arqueológica realizada en el año 2002 en un solar de la plaza del Marqués de Busianos nº 5 de València bajo la dirección de la arqueóloga Marisa Serrano.
El trabajo ha sido realizado por las investigadoras Iratxe Boneta Jiménez, Corina Liesau von Lettow-Vorbeck de la Universidad Autónoma de Madrid, junto a Adán Pérez-García de la Universidad Nacional de Educación a Distancia bajo el título “la evidencia más antigua de Testudo graeca (Testudinidae) en la Península Ibérica” y publicado en la prestigiosa revista científica The Anatomical Record.
En el trabajo se hace un minucioso análisis de los tres caparazones recuperados y depositados en el SIAM, sus características y su adscripción como Testudo graeca, ejemplares únicos de esta especie por ahora en la península Ibérica. También plantean los autores la cuestión de que, debido al contexto donde se hallaron los mismos, formando parte de los ajuares funerarios de dos enterramientos del siglo II d. C., resulta imposible discernir si estos ejemplares de tortuga llegaron de manera natural o bien se trata de piezas traídas por los romanos como objetos singulares, producto del comercio con Oriente.
Las tumbas donde aparecieron los caparazones formaban parte de un cementerio romano, situado extramuros, en las inmediaciones de la actual iglesia de San Nicolás, fechado en el siglo II d. C., a partir de los diferentes objetos que componían los ajuares de los mismos.
Se trata de inhumaciones individuales, realizadas en fosa simple, orientadas en sentido este-oeste y con cubierta de tégulas. La posición de los cuerpos era decúbito supino, con las piernas estiradas y los brazos semiflexionados.
Los caparazones de tortuga se hallaron en dos de estas tumbas, la primera de ellas pertenecía a una joven adolescente de unos 15 o 16 años que contenía un rico ajuar formado por 1 jarrita cerámica situada junto a la cabeza, una botellita de vidrio a la altura de las rodillas, diversos objetos de adorno personal como agujas de hueso para el pelo, cuentas de collar de diversas formas, 2 címbalos de cobre, además de dos de los caparazones mencionados.
La otra tumba pertenecía a un individuo masculino, de unos 21 años, y tenía un ajuar mucho más reducido formado por una lucerna fragmentada y, cerca de las piernas, uno de los caparazones de tortuga.
Otro aspecto a estudiar es el uso que se les daba a estos caparazones de tortuga. A este respecto se tiene constancia en algunas obras de época romana, de que se empleaban como materia prima para la elaboración de diversos objetos como peines o apliques de muebles y también para fabricar instrumentos musicales como las liras donde se utilizaban como caja de resonancia.